miércoles, 5 de agosto de 2009

AZUL PROFUSO





Se que pensarán que soy un esquizofrénico, pero déjenme aclararles que esta historia que parece sacada de una fabula de ficción, sucedió en realidad. Me pasó a mí, pero pudo haberle pasado a cualquiera de ustedes.
Todo empezó con una intensa pero singular atracción que me inspiraban las aguas de esa fuente, con la que soñaba a menudo. Morfeo¹ me revelaba sus secretos más íntimos mientras dormía. Y no hizo falta mucho tiempo, para que ese sueño recurrente, corroyera mis venas hasta el punto de despertarme de madrugada empapado en sudor. Pero en ese momento, en el instante justo en que mis ojos se abrían, me daba cuenta que todo era parte de una gran ilusión. Con el transcurrir de los días, eran cada vez más y más inquietantes las imágenes que me venían. Esa amarga y torturadora imagen volvía cada noche con voces que me llamaban.

¿Se imaginan ustedes lo que se siente tener visiones recurrentes noche tras noche?; seguro que no, o por lo menos no como los míos. Pero la atracción era más fuerte, era una sensación indescifrable que de ninguna manera podría detallar en palabras, pero que de forma gradual me envolvía. No se si me atraía la emocionante idea de encontrarme en ese lugar, o si me deleitaba la idea de poder tocar, o me cautivaba la imaginaria brisa que corría, o tal vez era el color azul que me hipnotizaba. Llegué a prometerme a mi mismo que, algún día, conocería esa fuente de agua con mayor profundidad.

Ah ¿mencioné que no creo en las casualidades? No creo en las coincidencias, creo en la causalidad, me niego a pensar que todo lo que me pasó carece de algún sentido, y pensándolo bien ese encuentro tenia una razón, o por lo menos debería tenerlo.
No recuerdo bien cuando fue, es más, ahora creo que carece de importancia recordarlo, pero repaso cada detalle de ese día. Y es que resultó diferente, no sé si mejor o peor que en mis sueños, pero sí distinto a como me había imaginado que sería. Y es que en mis largas noches de insomnio había hecho una lista de lo que haría cuando ese día llegue.

Me viene a la memoria el cielo nublado de ese día, recuerdo que no fue uno de esos días soleados que se mencionan en las novelas o en los cuentos de hadas, en donde puede escucharse el canto de los pajaritos o se puede disfrutar de la brisa bajo la sombra de un árbol. Pero como había dicho antes, mi reacción fue diferente, mis ojos se le clavaron y sentí mis huesos temblar, casi no podía creerlo. Pero al respirar hondo, me di cuenta que me encontraba tranquilo, como si fuera que ya nos habíamos visto antes. No sé si yo, por haber visto tantas veces en mis sueños ya sentía esa confianza. Su reacción fue la misma, por momentos parecía que cobraba vida, por otros permanecía inmóvil. Me acerqué, reconozco que con un poco de miedo; la toqué, sentí su frescura. Si no me equivoco, la participación de mi razón era exigua en todo esto.
Era difícil creer que estaba ahí, frente a frente, lejos de toda fantasía. Dije unas palabras, tal vez esperando alguna respuesta, pero solo la brisa me confesaba con silencios interminables. Sin embargo su aroma era penetrante, casi se podía sentir a kilómetros de distancia, mis sentidos olfativos se agudizaban al percibir tan agradable fragancia. Todo hacia parecer que era nada más que una paramnesia, - esto ya sucedió en alguna otra ocasión - me decía a mi mismo. Entonces quise comprobar si era real u otra alucinación, así que tomé una espina de un árbol cercano y me causé una pequeña herida en la mano de la que brotaron algunas gotas de sangre. Recuerdo que aquel primer día, pasé algún tiempo en ese lugar, no mucho tiempo, pero lo bastante para tomarme cierto apego. Había mucha gente a nuestro alrededor, pero fue como si no existiesen, iban y venían pero nada ni nadie podía desviar mi atención.
Con el transcurrir de los días, volví a ir al lugar; iba muy seguido, terminaba mis labores diarias y lo único que venia a mi mente era ir de nuevo a contemplar esa hermosa creación. Había días que me negaba a ingerir alimento alguno con solo poder ir a ese lugar de nuevo. No me crean loco, lo que les estoy relatando no forma parte de mi imaginación, es más innegable que el firmamento mismo, más verídico que este ser vivo del que surgen estas líneas. Y les digo esto para que no me juzguen, ya que era como una amistad. Cada día crecía en mí, una mayor obsesión, por llamarlo de alguna manera, ya que más que una relación terrenal, yo lo consideraba una seducción, diferente a todas las demás. A pesar de las semanas, de los meses que pasábamos juntos mis arranques de encolerizados nervios dominaron mi razón, en ocasiones las personas me causaban un repentino pánico, al punto de creer volverme misántropo.
Habían veces que yo mismo me enfurecía con cada despedida, y con el corazón perverso maldije los días y las horas y los amargos instantes que parecían esfumarse como las sombras en la agonía del día.

Sin embargo nos fuimos conociendo cada vez más, o por lo menos esa era mi intención, formaba parte de mi entelequia. Yo sabia lo que apreciaba, lo que fustigaba, y me pasaba horas y horas a su lado, yo fui mencionándole mis sueños, mis más profundos deseos, sin importar si me oía o no. Casi sin darme cuenta fui cayendo en la profundidad de su ser, la confianza crecía día a día, ya no me causaba temor alguno acercarme; es más, me causaba un placer casi divino. Recuerdo que una madrugada desperté con una sed terrible, lo primero que vino a mi mente fue beber de esa fuente de agua azul transparente, por lo que por inercia me levante, y me dirigí casi sonámbulo hacia el lugar en donde su belleza era resplandeciente, ese lugar donde sabia que siempre la encontraría. Y estaba ahí, esa noche tenía un brillo especial. Era extraño, la Luna parecía orquestar ese encuentro. Su luz me invitaba a acercarme como nunca esa noche, - no puedo desperdiciar una oportunidad así- me decía a mi mismo. Fui acercándome, lentamente a ella. Cuidando cada paso, seguro de lo que hacia, paso a paso, uno, dos, tres pasos, cuatro pasos, cinco, tal vez fueron más, tenía la confianza y con cada paso crecía la intimidad.

Hasta que bebí de ella, la besé. Pero en ese momento mi boca calló, no pude mencionar palabra alguna, no había vuelta atrás. Era tarde, sentí ahogarme entre sus labios, y cada movimiento era en vano. Cada vez más caía en la profundidad de su ser, sin tener una dirección fija, y sin oposición alguna. Ya no pude gritar, nadie me pudo escuchar. Me arrastraba más y más, y cada vez más y más, hacia las profundidades y en un momento ya no pude escapar, me había sumergido íntegramente en ella, en sus profusos ojos azules, aquellos con lo que un día soñé, aquellos que un día, para mi desgracia, conocí, y que ahora formaban parte de mi.

¹ Morfeo en la mitología griega, (en griego antiguo Μορφεύς, de μορφη morphê, ‘forma’) es el dios de los sueños. Según ciertas teologías antiguas, es el principal de los Oniros, los mil hijos engendrados por Hipnos (el Sueño) y Nix (la Noche, su madre), o por Hipnos con Pasítea. Era hermanastro de Tánatos (la Muerte).

OKI

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